Thursday, August 31, 2006

Marcelo en La Madre Patría, Parte I
I
La historia de Marcelo carece de épicas, pero abunda en caminos repetidos por todos los que vinimos como polillas de la luz a este lugar de esquivos bálsamos llamado “La Madre Patria”
Tan sólo puedo decir, como quien rellena un formulario de aduana, que dejó atrás su árboles, sus libros y su hija.

Últimamente he hablado mucho con él de estas cosas que sucedieron hace ya unos años. Las hojas de dos otoños han sepultado sus huellas de antaño, pero también llenado sus ojos del polvillo agrio de la experiencia vital.

Opaco me mira a veces Marcelo cuando nos tomamos un café en la mañana.
Hoy mismo, por ejemplo, me decía que quizás debía dejar su página en blanco.

Pero mejor que lo cuente él, como ya nos hablaran R.S. y Casal de sus periplos en el Yuma y el Yelo

II
Las visas son extraños faros en nuestras vidas. Los pasaportes se vuelven un pequeño Caronte al que ponemos hasta nuestra última moneda.

Yo, que antes fui un poeta, luego un matemático y después convite de tanta cena miserable; vi agotarse mis sueños, mis ilusiones y mis pocas monedas. Una tras otra, un día y luego otro día.

Si, estaba viviendo aquella tarde donde descarté para siempre irme de Cuba. Estaba con mi maleta repleta de papeles bajo el sol de Agosto del 2000. Deje tragarse al mar Caribe unas multicolores hojas donde “ellos” habían acuñado mi destino: Visado Denegado.

Las hojas estaban aún revoloteando cuando paso por mi espalda un camión con una conga a todo volumen. La Habana tenía Carnavales y yo la certeza total de que me quedaba, contra mi deseo, a darle al botón de Off del Morro.

Era un Karma ineludible, pensé.

Abrí el maletín y entregue gustoso a la mugre de la calle todos aquellos certificados, cartas, avales y fotocopias de copias de la copia de la copia con que había intentado escapar del sol y los camellos; un sol que ahora veía indiferente la consumación de todo un año de esfuerzos de aquel hijo pródigo que le renegaba.

Al volver a Guanabacoa y ducharme, abrí un libro de Vallejo y la música de Tschaikovsky llenó las paredes de la casa.


III
Mi castigado hybris fue sustituido por largos años donde conocí felicidades sucesivas y gratificantes; confirmaciones de aquel adagio de “lo-que-sucede-conviene”.

Pero la foresta de mi felicidad era talada en secreto. De vez en cuando, en insospechados rincones… Una tarde que no olvidaré, la llamada de un amigo confirmaba otro silencio sordo por venir. Fue el último.

Deje de actualizar mi libreta de teléfonos. Leí todo Chejov y Kafka. Me dedique a viajar por Cuba y la Madre Patria quedó relegada a la última gaveta, entre fotos de los ausentes y las cartas y fotocopias que escaparon a mi ira.

Pasó el tiempo. En la lejanía de Jaruco, me deje llenar de sol, besos y lluvia. De esa húmeda mañana de Marzo del 2002 llegó mi hija, nueve meses después.

Volví a mirar de nuevo, con una luz renovada y omnipotente, la Vida. La alegría poblaba mis noches y volvía en mi moto esquivando moscas y ensoñando juegos con cajitas de colores y hojitas del patio. Los encerrados animales del zoológico de 26 me parecieron menos tristes al ver a mi niña saludarles con ese entusiasmo que hacia tanto yo había olvidado. Ellos me devolvían una mirada que conocía yo tan bien…

Mi hija crecía y cada día algo nuevo llegaba de su mundo de ballenitas amarillas y sonrientes peluches. Ya me reconocía y me daba pequeños besitos al llegar. Nos sentábamos a dibujar en el patio lleno de los ladridos de dos perros hambrientos –el mundo era el mismo, aunque me importaba menos cada vez.

Los caracolitos del patio ya no eran una terrible plaga devoradora de flores, sino gritos de alegría y regocijos. Las guayabas de mi árbol estaban ahí en mis madrugadas, con su dulzura. Las antiguas fotocopias de mi pasaporte ya caducado se llenaban de las flores y los ositos de mi niña.

En el trabajo, hijos de mezclar resignación y mi pasado de largas horas de lectura, se daban de vez en cuando pequeños triunfos y efímeras satisfacciones. Las monedas iban y venían. De vez en cuando, alguna que otra tarde de estar sólo en la oficina; me conectaba a Internet y volvía a poner aquellas palabras en los buscadores: AECI, becas, España… La telaraña electrónica me devolvía casi siempre los nombres de los ausentes y listados de requisitos incumplibles. Me acercaba a los 35 años…

Luego cerraba el navegador y me ponía a ver libros online sobre como curar la inapetencia crónica de mi niña.


IV
Un día cualquiera me llamó mi jefa para decirme que me iba a España. Luego de 3 minutos callados, mi primera respuesta fue NO. Luego de una larga charla de madre a padre, de mujer a hombre me senté y dejé que la selva de los papeles y los trámites que iba saliendo de las palabras de mi jefa me cegara. No había ni un poco de sol en aquella mañana fría cuando me montaba en la moto. Me quedé sin bujía en La Novia del Mediodía. El hybris descendió sobre mi cargado de una fuerza imparable.

V
En mi superstición personal y limitada hay un oráculo. Desde que vi “Algo más que soñar”, a veces abría al azar un libro de poesías. Las decisiones pequeñas eran siempre de Eliseo Diego, las capitulares de Vallejo.

El mensaje llegó en la madrugada. Mi hija dormía mientras yo me ponía bajo las ramas de mi solitario árbol de guayaba el sillón… Mi mujer escuchaba Buenas Noches Ciudad, como hiciera durante tantos años antes de conocernos…

VI
Un hombre dijo:
El momento más grave de mi vida estuvo en la batalla del Marne, cuando fui herido en el pecho.
Otro hombre dijo:
El momento más grave de mi vida, ocurrió en un maremoto de Yokohama, del cual salvé milagrosamente, refugiado bajo el alero de una tienda de lacas.
Y otro hombre dijo:
El momento más grave de mi vida acontece cuando duermo de día.
Y otro dijo:
El momento más grave de mi vida fue mi prisión en una cárcel del Perú.
Y otro dijo:
El momento más grave de mi vida es el haber sorprendido de perfil a mi padre.
Y el último hombre dijo:
El momento más grave de mi vida no ha llegado todavía.

VII
Los papeles… Del Consulado de La Madre Patria llegó otro “Visado Denegado” Odiosos papeles de colores…

VIII
En mi ventana llovía. Alguien hizo unas llamadas y la cosa mágicamente se compuso. Así, con sólo 6 horas por delante, me empecé a despedir de todo. Mi árbol estaba entretenido cantando con el viento, mi hija se daba un baño dando saltitos de alegría. Los espejuelos de mi mujer se empapaban a la vez con las gotas de agua de la niña y sus propios torrentes. Por suerte, el maletín de partir se hace en 30 minutos.

IX
Un aeropuerto es una pasarela. Pasé la aduana y el ritual de quitarse el cinto, los espejuelos, el reloj y dos monedas que pronto serían extranjeras ahogó en nerviosismo las cataratas de mi pecho.



En el avión Electric Light Orchestra anunciaba un Ticket to the Moon. A mi lado todo eran israelitas de un rebaño de esos que asolan y reviven a La Habana. Una mujer, tres asientos más adelante lloraba con la cabeza pegada al cristal. Empecé a mover el botón del hilo musical. Majestuosamente me llegó “El Baile de los Marinos Rusos” de Tschaikovsky.

La niña debe estar dormida –pensé cerrando los ojos y poniendo la cabeza contra el cristal. Diez kilómetros más abajo la Nada infinita.

X
La Gran Vía es grande, hermosa y otra vez grande. Vallejo se había ido a dormir y eran las no se que horas del día. El cielo había mutado a gris y ya había podido ver los raros dibujitos de la agrícola Madre Patria al descender en Barajas.

El taxi bajaba por la Castellana y entre el desfile interminable de las vallas publicitarias y raros árboles meridionales empecé a inventarme un Nuevo Mundo.

Nada más tener delante un ordenador me fui a la telaraña: inmigración, extranjero, cubano…

La pantalla se llenó de las palabras “papeles para todos” y “regularización” El frío de Madrid, al salir a la calle Gran Vía, me llenó el rostro de lágrimas. Mi hija se despertaba de su siesta y en mi pecho laten desde entonces dos relojes…

XI
En casa, lei esa noche Ante la Ley, de Kafka...

Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta al guardián y le pide
que le deje entrar. Pero el guardián contesta que de momento no puede dejarlo
pasar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde se lo permitirá.
- Es posible - contesta el guardián -, pero ahora no.
La puerta de la ley está
abierta, como de costumbre; cuando el guardián se hace a un lado, el campesino
se inclina para atisbar el interior. El guardián lo ve, se ríe y le dice:
- Si tantas ganas tienes - intenta entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda
que soy poderoso. Y sólo soy el último de los guardianes. Entre salón y salón
hay otros tantos guardianes, cada uno más poderoso que el anterior. Ya el tercer
guardián es tan terrible que no puedo soportar su vista.
El campesino no había imaginado tales dificultades; pero el imponente aspecto del guardián, con su pelliza, su nariz grande y aguileña, su larga bárba de tártaro, rala y negra, le convencen de que es mejor que espere. El guardián le da un banquito y le
permite sentarse a un lado de la puerta. Allí espera días y años. Intenta entrar
un sinfín de veces y suplica sin cesar al guardián. Con frecuencia, el guardián
mantiene con él breves conversaciones, le hace preguntas sobre su país y sobre
muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes
señores, y al final siempre le dice que no todavía no puede dejarlo entrar. El
campesino, que ha llevado consigo muchas cosas para el viaje, lo ofrece todo,
aun lo más valioso, para sobornar al guardián. Éste acepta los obsequios, pero
le dice:
- Lo acepto para que no pienses que has omitido algún esfuerzo.
Durante largos años, el hombre observa casi continuamente al
guardián: se olvida de los otros y le parece que éste es el único obstáculo que
lo separa de la ley. Maldice su mala suerte, durante los primeros años
abiertamente y en voz alta; más tarde, a medida que envejece, sólo entre
murmullos. Se vuelve como un niño, y como en su larga contemplación del guardián
ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de piel, ruega a las pulgas
que lo ayuden y convenzan al guardián. Finalmente su vista se debilita, y ya no
sabe si realmente hay menos luz o si sólo le engañan sus ojos. Pero en medio de
la oscuridad distingue un resplandor, que brota inextinguible de la puerta de la
ley. Ya le queda poco tiempo de vida. Antes de morir, todas las experiencias de
esos largos años se confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora
no ha formulado. Hace señas al guardián para que se acerque, ya que el rigor de
la muerte endurece su cuerpo. El guardián tiene que agacharse mucho para hablar
con él, porque la diferencia de estatura entre ambos ha aumentado con el
tiempo.
- ¿Qué quieres ahora - pregunta el guardián -. Eres insaciable.
- Todos se esfuerzan por llegar a la Ley - dice el hombre -; ¿cómo se explica,
pues, que durante tantos años sólo yo intentara entrar?
El guardián comprende que el hombre va a morir y, para asegurarse de que oye sus palabras, le dice al oído con voz atronadora:


- Nadie podía intentarlo, porque esta puerta estaba reservada solamente para ti. Ahora voy a cerrarla.

5 comments:

Anonymous said...

Omar quiero cantarla contigo, vamos:

Remember the good old 1980s?
When things were so uncomplicated?
I wish I could go back there again
And everything could be the same.

Ive got a ticket to the moon
Ill be leaving here any day soon
Yeah, Ive got a ticket to the moon
But Id rather see the sunrise in your eyes.

Got a ticket to the moon
Ill be rising high above the earth so soon
And the tears I cry might turn into the rain
That gently falls upon your window
Youll never know.

Chorus:
Ticket to the moon (ticket to the moon)
Ticket to the moon (ticket to the moon)
Ticket to the moon (ticket to the moon).

Fly, fly through a troubled sky
Up to a new world shining bright, oh, oh.

Flying high above
Soaring madly through the mysteries that come
Wondering sadly if the ways that led me here
Could turn around and I would see you there
Standing there (and I would see you there, waiting...)

Ticket to the moon
Flight leaves here today from satellite two
As the minutes go by, what should I do?
I paid the fare, what more can I say?
Its just one way (only one way)...

Repeat chorus:

Repeat chorus:

Lara

Anonymous said...

Perdón, ELO: Ticket to the moon

Lara

wcloister said...
This comment has been removed by a blog administrator.
wcloister said...

Aún después de la tercera lectura, el relato de La Madre Patria sigue estrujándome el alma.

Me cuesta decir que me gustó, (y me gustó mucho), porque lloré y me resultó muy doloroso. Puede gustar lo que duele?

Me cuesta decir que está muy bien escrito, y lo está, porque la historia me arrastra y me sumerje con tal fuerza, que no me deja reparar en recursos y frases, sino en la angustia de la que habla y se me va formando.

Diré entonces que me fue muy necesario, visceral y hermoso. Hermoso por lo que se ve del alma del que lo narra, no por lo que cuenta. Lo que cuenta es doloroso, y en el dolor no hay belleza. La belleza está en el alma que lo lleva con la dignidad y la sencillez de los buenos.

Ah, que todos los yugos no son leves ni todas las cargas llevaderas.

Pude vivir la historia, mirándola desde muy cerca, como si fuesen escenas de cámara en mano salidas de una película del grupo Dogma.

Muchas gracias a Marcelo. Ha sido para mi, una de las más puras catarsis que he encontrado luego de emigrar.

wcloister said...

"(...)Las antiguas fotocopias de mi pasaporte ya caducado se llenaban de las flores y los ositos de mi niña.(...)"

Esta frase es una de las más hermosas. Me lo imagino como las pisadas mágicas del Gran Espíritu del Bosque en "La Princesa Mononoque".

Se pueden ver en el siguiente video, en la posición 02:45.

http://www.youtube.com/watch?v=f4OhzkNy3pA&mode=related&search=