Friday, July 21, 2006

Guaguas: Áspero borde de las cosas I.

1
Siento, a pesar de los años que van cayendo como tabiques, una curiosidad y fascinación permanentes por esa gente, alucinada y neurótica, que dedican tardes y tardes al escrutinio severo de periódicos, revistas, cenizas de tabaco; en fin, todo, con tal de hallar eso que toda forma de adventismo reclama para si con el nombre de Signos de los Tiempos. Hay varios fines finalísimos assolutos posibles.

He tocado casi algunos de esos fines, escuchado –y alguna que otra vez me arrastraron al río de la polémica- justo mientras rebuscan “ellos” muy resignados las supuestas calamidades con que se hace marketing el Fin del Mundo, la Historia; o mas modestamente: las guaguas…




Debo rectificar, sentía. Hoy, sin haber abrazado fe, cruz o medialuna alguna; me siento menos inalcanzable en mi escepticismo. Las guaguas si se acabaron. Extintas yacen en la memoria. Imagino un cementerio de números, victimas de una imaginaria guerra: las Ikarus, Leyland, Hino…

33, 74, 193, 82, 62, 162, 76…



Ya en el cementerio, empiezo a ponerles caras a los números. Me viene a la mente una 61 de hace tantos años que no puedo estar seguro. Salía de mi casa y escuchaba en los ruidosos televisores de la calle Apodaca en la Habana Vieja (Escriba y Lea en la TV, con el terrible TOC del relojito verdugo de sabichosos y viejitos) Y al llegar a la calle esperada; la sonrisa triste de una Leyland...




Claro, ahora ya no me siento en el muro del Malecón. Me paseo por otras calles, es cierto... Es que en mi hoy todo parece tan increíblemente normal, tan barnizado y almidonado por los años; que casi se hallaría paranoico hablar de Calderos Colectivos y Opción Cero- me persigno de solo mencionarles.





2:
¿Donde hallará mi mente descanso a ciertos rondantes fantasmas? Las loas al pesimismo no han perdido del todo su vigencia. Pero como olvidar que en una de esas Ikarus de la Cujae alguién escribió algo como esto:

SOBRE LA CONTRACCIÓN VAGINAL DE JULIA
(Poema guagüero y guajiro)

Tuve una novia
Rolliza, sensual
Por lo demás:

usaba una lycra verde olivo
desinteresada
con buenas y
deliciosas nalgas
de ojos estrellados, encantadores – en serio.
se ponía
ropa interior deteriorada
culta
alegre
y decía querer aprenderse
el Kama Sutra conmigo.

Tenía – me decía al yo reposar sobre sus muslos –
lunas felices y
Unas contracciones vaginales tan fuertes
En el momento
justo del fellatio

Mientras yo, sentado en un cómodo sillón, a la
derecha, acariciaba su perra, a la izquierda un té
caliente castigando
mi sueño
al centro, ella, mamaba
que cualquiera diría
que moría
por una penetración impresionante, exaltada,
concretísima
penduleante
decisiva

Sin embargo,

1. Mi pene era indomable
2. Mi desesperación, infinita

Así que,
Mientras yo me
ahogaba en la subida de sus crestas, de su mar interior
(que poético me pongo para hablar de “eso”)



ella
sentía una
digamos una

una total apatía
Y, de tener a mano:
Un reloj
La ventana
abierta
O una preocupación – siempre la hay: La Guagua –
Dominaba su ira
O mejor: su babeo vaginal y ardor de guajira insatisfecha...

Tal es ¡Oh Vallejo! El lugar que yo me sé, en este mundo, nada menos.








3
He tomado un café. No, claro que no es con una taza de café de dudoso origen con lo que se exorciza el alma de tales demonios. Al menos no en Alicante en Julio. Es éste verterse hacia fuera –aunque sin el valor, la arrogancia o la falsedad de un subtítulo de “Testimonio”– con lo que todas esas vivencias o latigazos de la experiencia hallaron oportuno alivio. Así que sigo.



4
Pensando en cuando llegaba la confronta… Largamente he pensado en el origen del nombre, pero nunca se me hizo tan claro hasta hoy. Pura cuestión de morfemas y cosas así....

Pero recuerdo cuando lo describí in situ en una libreta de la CUJAE:

“El individuo, no importa sexo, edad o raza; hurga en su mente incesantemente.
De unos pocos se apiada el duende de los dulces sueños; en otros, el alcohol
y el cansancio – hermanados en mi imaginación, sudor de levadura = cansancio,
ideas mil veces más retomadas por puro agotamiento mental y un examen de química...

La reflexión recurrente acerca de la desproporcionada lista de nuestras medallas
y tomatazos...

Confronta. Su sola repetición monótona anuncia ya
pedradas, ojo contra el cristal en un espejo. Rumiar, meditar, asistir desolado
a la consabida veleta que alberga nuestro cráneo. Esterilidades sucediéndose sin
fin ni luz al final del túnel.

Actividad humana, como cualquier otra.
Dotada de falsos o lúcidos profetas – fatalistas o no – próceres ilustres y
multitudes que marcan el paso a capricho del destino. Prioridades ilusorias o
ciertas, paraísos perdidos - ¿te acuerdas como pasaba cada diez minutos hace
años? – y así las horas y las horas.

Por supuesto, el cigarrillo del Otro, esa otredad tan pedestre, ¡Oh pequeño dios de la confronta!;

La uña erosionada por esperas implacables como la marea”




5
En una guagua hacía Punta Brava, Santa Cruz del Norte, o similar; intentaba mi imaginario yo-el-que-escrbe, lograr un novelón de amor de periodo especial:

Pura fatalidad geográfica, intuíamos, de tomar juntos el mismo ómnibus
durante meses y meses; sin regalarnos siquiera una mirada de resignación. Un
destino que nos hizo vivir juntos meses y meses; sin regalarnos siquiera una
mirada de resignación. Un destino que nos hizo vivir juntos y a la vez
perfectamente desconocidos en uno de esos pueblos limítrofes donde los
desconocidos llevan sobre la frente un aura absurda que los delata y hace
eternos excluidos.

Siempre nos acosábamos; tocábamos el áspero borde de las cosas con el
desdén del iniciado en secretos que le sobrepujan, en la eterna sensación de una
azarosa búsqueda del Ser Afín. Cuantas ferocidades... Hoy miro hacia atrás y
siento esa sensación de nostalgia que solo sentía - ¿y ahora a quien parafraseo?
– cuando ya dejaba de ser niño y me asombraba de cuan feliz me hacía en otros
tiempos una mis lapicitos de colores en el bolsillo.

Era esa mezcla fatalmente irrepetible de la lujuria con el retozo; y que si tus espejuelos, que si mi mochila; que si mis maniáticos insomnios, que si tu colección increíble de fotografías.

Y leer a Nietzsche, comer mangos helados hasta parecer piedras; tocarnos el pelo absortos en la casual asimetría que implican los sexos y que nos dibuja uno frente al otro casí idénticos, símiles uno al otro; pero distintos...





Nunca la terminé... Mi yo-ingeniero ganó la pelea a la literatura y a las guaguas. Adios CUJAE.

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