Ser negrito, ser chusma, ser blanquito equivocado, ser yuma…
(manifiesto personal contra el racismo)
Micaela se fue pa´ otra tierra buscando caminos,
que por buenos o malos
quien sabe le impuso el destino.
Solo vive llorando, sufriendo y pensando en
su vino, que no es vino, señor; ni aguardiente, señor;
es la conga, señor santiaguera...
Nada la contenta solamente piensa
y solo la atormenta el dolor,
dicen que se muere, dicen que ella quiere,
lo que ella no tiene, que es arrollar Chago sola con los Hoyos.
Micaela se fue
y sólo vive llorando,
dice que la conga es lo que está extrañando.
Añoranza por la Conga. Sur Caribe
I
Nací en un solar de la calle Factoría entre Corrales y Apodaca, La Habana Vieja. Quienes vivían a mis alrededores me enseñaron rápido que eran “la fiana”, “la niña de los ojos azules” y “la bolsa negra”. Eran los finales de los 70 y una vecina ponía a los Van Van mientras otra le respondía con Roberto Carlos. El vecino que vendía manteca de panadero, la santera con sus plátanos indios y el ciego Dámaso que nos vendía maní; estaban ahí siempre, con un mirar tenso y un eterno rictus de lo que se llamaba “la guapería” La negrá le decíamos los blanquitos de mierda. La chusma nos decían a todos.
Tenía miedo casi siempre. Me encerré y los libros me ayudaron a poner una leve capa de abstracción. Crecí lejos de los toques de santo y los bém bé. Pero oía a los Irakeres y me gustaba “el Bacalao con Pau” aunque sabía que eso era como mentar a un negro que hacía cruzar los dedos a las mamás de los que éramos los blanquitos: Pello el Afrokán. Them & Us otra vez. Eran los tiempos de “la rutina” de la gente que estaba becada y en la Isla de la Juventud estaban las mulatas grandísimas que se desrizaban el pelo cantando aquello de “Ave maría popuyé, cua cua cua” que aun sigo sin comprender.
Bacalao con Pau
Fui perdiendo el miedo. Los negritos eran ahora mis amigos y me ayudaron a montar chivichanas. Entre todos nos ibamos al Capitolio a patinar y coreabamos a los Boney M y aquello de “cunkin cunkin kin kin kin, cucu cunkin, ¡¡¡la candela!!!” Tata Güines era algo con lo que insultar a los negritos. Nosotros éramos los pepillos como los Bee Gees. Todo era risas y violencia.
Al final, un día; montamos las cosas en un camión y cruzamos el túnel de la Bahía de la Habana para salir al otro paisaje. Un aroma de casuarinas y gritos en ruso llenaban ahora el aire a mí alrededor. No volví a Factoría hasta casi 7 años después. Ya era un blanquito, ya no era la chusma. Muchos de ellos se fueron también, pero eran ahora los Yumas.
En el solar, los viejos que se quedaron, seguían poniendo a toda voz a Tejedor y un “tra la la lara la lara la lara… y te acordarás de aquella flor que yo sembré para ti” Una tristeza llenaba el hueco temible de la decadente cisterna que servía de patio del solar; una cisterna que llamaban “de la coubre” que luego me contaron en la escuela, muy enardecida la niña que declamaba, cuanta sangre negra y blanca se había llevado mezclada el terrible día que se hundieron el barco y la cisterna…
II
Mis primeros años de blanquito fueron bañándome en aguaceros con los otros hijos de maestros, ingenieros; todos éramos “gente de bien”, pero había un llamado de la selva allá en el matorral. La hierba de Guinea llenaba los grandes espacios que luego vería llenarse de edificios y edificios. A cada rato veía en la escuela a los mismos chamas de mis correrías en la calle Monte. Los años pasaron muy rápido. Empecé a pensar, ver y entender. Los negritos hicieron conmigo los exámenes de la Lenin.
Pero luego poco a poco los padres de algunos los hicieron desaparecer del parque -que sustituyó al pasillo- para cruzar el mismo mar que aquellos Yumas. Ahora eran los gusanos, la escoria, los lumpens y los desafectos. Se sucedían los mítines de repudio que la gente les daba en el CDR. Los aviones blackbird sobrevolaban la isla; los blanquitos y negritos nos reíamos de la mancha en el cocoriocó del bolo ese de la Perestroika.
Y en medio de todo eso, empezó a surgir eso que éramos ahora “los reparteros”. Ni pepillos ni guapos, reparteros. ¡Vaya la gente del Bahía!. ¿Que volá con la gente del Chivas?
Una tal NG la Banda tocaba en Alamar, y allí iban mis aseres y los moninas. La 215 pasaba llena de gente en rufa. La volá estaba mala...
Me metí en la Lenin y ahí vino otro túnel.
En la calle los Van Van seguían “apagando el instrumento”
III
Bueno, en realidad seguía sin comulgar. Dan Den le robó protagonismo a mis bailes de blanquito pepillo y en la Lenin todo el mundo bailaba con Chucha y se preguntaban de albergue a albergue que cosa quería la Chica Varó. Era la época del reparterismo.
IV
1993. El mar lo cruzaron los emigrantes, los balseros, los exiliados y la tropa innombrable y fantasmal de los que nos fuimos con más ganas que sentido real de lo que nos esperaba. La charanga todavía gritaba a voz en cuello que los guajacones, ¡pa’ la orilla! Las aguamalas estaban por todas partes.
V
Llegue a Barajas en un avión que despegó a 30 º C y aterrizaba a 5 º C. Apreté mi maletín un poco nervioso mientras el funcionario miraba mi cara y el pasaporte. Ya no era blanquito, ni negrito, ni repartero, ni pepillo, ni guapo. Con el cuño en la página 29 estaba sellándose mi destino: inmigrante. Mi traje comprado en La Epoca no engañaba a nadie.
Al final me fui a vivir al Levante. Por las noches, en los primeros días, me iba al puerto a bailar en La Guaracha y El Capitán Haddock. Una noche de diciembre estrenaron una pantalla gigante en el Haddock. Ahí estaba Mayito cantando la Tim-Pop y poco a poco, de entre la gente fuimos saliendo los cubanos. Al final todos juntos: negritos, blanquitos, reparteros, guapos, pepillos, tembas, sandungueras, jineteros, licenciadas y patones agitando las manos sobre nuestras cabezas malas y “lo malo y lo negativo… pallá!”
VI
Una reunión de informáticos en una orgía de copia y pega de archivos. Copia esta película, grabadme este muñequito… Abel, Agustín y yo a las 4 a.m. oyendo a Sur Caribe con “la conga”, se nos apretaba algo adentro oyendo como Micaela; como nosotros, se fue pa’ otra tierra buscando caminos…
Que yo no quiero molote, ni quiero relajo, luego de la conga vallan pa´l trabajo...
¡Aché pa’ los cubanos todos!