Saturday, September 16, 2006

El chistecito y la járana

I
Había una vez un programa llamado "El programa de Ramón".
Había una vez que hicieron un chistecito:

Entra un hombre a una tienda y pregunta a la empleada:

- Oye mi niña, tu
tienes ahi un perfume bueno bueno, mira que tengo que hacerle un regalo a la
jeva

la empleada lo mira de arriba hacia abajo y le dice:

- Mira
mijo, guele ete a ver si viene bien, anda.

El hombre destapa el frasco y
luego de olfatear impudicamente pregunta:

- Oye mi niña, ¿y esto cuánto
vale?
- 80 pesos mijo

El hombre pone expresión contrariada.

- Oye mi niña, ¿y esto que cosa es por dios?
- Mira mijo, eso e un
Alicia Alonso, ¿tú me oistes tuniño? Un Alicia Alonso.

El hombre mete la
mano en el bolsillo y pone un billete de 3 pesos sobre el mostrador.



- El Hombre sonríe satisfecho: mi niña, ¿Y no tienes por ahi un Rebeca Martinez?



II
Con la járana, se acabo el programa. Para siempre. Como dirian los Van Van, Chirrin Chirran...

1 comment:

wcloister said...

Ay Dios mio, esos son Gladys y Antonio? Cómo yo practiqué en la sala de mi casa delante del televisor el Palo de Mayo! Lástima que eso no se bailara en las fiestas. La verdad es que con tales mentores... Me hubiera hecho falta tener un primo como el tuyo, Omar.

Yo me acuerdo vagamente del programa de Ramón. Creo que me enteré de que estaba bueno cuando ya lo iban a quitar. Bueno, si yo pensaba que el Palo de Mayo tendría alguna aceptación, se sobre entiende que yo siempre he estado detrás del palo. Pero recuerdo las voz ronca del animador (supongo que Ramón), recuerdo que una de las cosas originales era que maltrataban al radio oyente (se dira así) y recuerdo haber llevado un radiecito a La Lenin para escucharlo econdido, primero porque ya tenía mala fama (el programa, no yo), y segundo porque lo ponían después de la hora del silencio.

Y Bernabé. Que nostalgia! Detrás de la fachada. Cómo me gustaría ser de nuevo un niño y estar sentado en el sofá con mi abuelita viendo detrás de la fachada. Ella se reía muchísimo, y la alegría es muy pegajosa. Mi abuelita era una de las personas más felices que he conocido.

Ah, lo que fuimos, que nos cubre dulcemente como la sobra de un almendro bicentenario.

Gracias por los recuerdos, Omar.