Hay que evitar pensar en las dificultades que a veces tiene el mundo, sino se volvería completamente irrespirable
Emmanuelle Riva, Hiroshima Mon Amour
I
De niño me encantaban los ciclones. Allá por octubre de 1979, escuchaba con indiferencia las noticias de que habían caído 15 millones de metros cúbicos de agua: que el alcantarillado de la Habana casi había colapsado de tanto llover. No me importaba. Lo que yo pensaba era en las tardes y los días con igual luz gris, las gotitas de agua haciendo pequeñas perlas en las sogas donde una vecina colgaba sus bacalaos a secar.
El radiecito Sanyo de mi papá y unos animalitos del jueguito de zoológico dormían a mi lado mientras el mundo de volvía agua.
En la radio, un locutor recitaba el infinitamente repetido parte de la Defensa Civil donde recomendaban hervir el agua, despejar tragantes, no tocar cables caídos. Y por supuesto, cada vez un nuevo nombre: David, Alberto, Frederick… Este último fue especialmente lluvioso.
Al intentar ir a la escuela con mi papá, nos encontramos una gran cantidad de gente muy seria oyendo a la directora explicar que seriamos reubicados, pues las aulas de la Marcelino Gutiérrez estaban con peligro de derrumbe.
Para colmo, al llegar a casa de mi abuela, esta le dijo muy alarmada a mi papá, que había un brote de amebas en el barrio; que si me dejaba era su problema. Me dejaron.
Yo no sabía que era una ameba.
Yo: ¿tata, que es una ameba?
Ella: ay mijo, eso es unos bichos que están en el agua sin hervir y que si te los tragas haces diarreas con sangre y te puedes deshidratar.
Yo: ¿y que es deshidratarse?
Ella: Mira, ¿tú vez esta piel aquí debajo del cuello? Pues se te empieza a quedar flojita así…Dale, vamos, que el almuerzo esta riquísimo…
Me comí toda la comida sin tomarme un vaso de agua.
Al otro día me dijeron en la escuela que teníamos que irnos para la Concepción Arenal, al lado del Teatro Martí. A mi me tocaba irme junto a Guillermina y Leda a un aulita con una puerta destartalada. En vez de mesa tenía un pupitre.
Todo eso lo sufriría estoicamente; casi me daba igual. Pero Guillermina decía que la escuela estaba llena de niños con amebas. Empecé a sentirme mal. Me imaginaba que los “bichos esos“estaban esperándome en todas partes. Cuando llegaba a casa e iba al baño, esperaba nervioso que no fuera una diarrea con sangre y también me cansé de
mirar mi cuello en el espejo a ver si estaba hidratado como dios manda.
Los ciclones ya no me gustaban tanto, dejaban a niños sin escuela y traían amebas…
II
Volví a mi escuela de siempre, pero había hecho amiguitos en la Concepción Arenal. A los dos o tres años pasó inexorablemente otro ciclón en octubre. Era el “Alberto”. En mi casa todo lo que había de comer congelado se echó a perder.
Así que me fui con mi abuela a buscar comida, por primera vez en años, que no fuera hecha en casa. Al final fuimos a “El Patio” y compramos congrí con pollo frito.
-¡Que precios!, protestaba mi abuela. ¡A 6,50 un pollo con congrí!
Al pasar por la Plaza del Cristo y justo en una Ceiba que había cerca de la iglesia; vi por primera vez unos pequeños hongos. Tanta lluvia había hecho que crecieran entre las raíces. Fui a coger uno de los hongos cuando mi abuela me dijo:
-¡No!, que vas a coger parásitos
Mi primo mayor estaba dando ya botánica en quinto grado y tenía un herbario incipiente. Trate de convencer a mi abuela que esos no eran hongos venenosos, pues no eran rojos ni tenían manchitas.
Me tuve que ir sin mis hongos.
Al llegar a casa, cruce y me fui a ver a mi primo y le dije que había hongos en un lugar secreto y que si me llevaba le explicaba. Mi primo se empezó a reír y le metimos a mi abuela el cuento de que íbamos a un recién estrenado Campo de Tiro de la SEPMI a tirar “pellets” Mi abuela nos dejó.
Llegamos al parque y no quedaba un hongo. Los niños del “Albergue“ que quedaba cerca habían roto y pisoteado la hierba de las raíces y estaban jugando al “comefango” o telepón, como le decíamos en la Marcelino.
Mi primo y yo nos envalentonamos y empezamos a jugar.
Al intentar hacer el “8” con el dardo –un pedazo de escoba con un clavo- perdí, pues el clavo chocó con una piedrecilla. Me tocó comerme mi bolita de fango…
De vuelta a casa empecé a imaginar el regaño que me darían, pues iba que parecía salido de un potrero. Cuando me lavé las manos –mal- y deje el manchón de fango en la toalla, mi abuela me sentenció: tú vas a coger amebas…
Esa noche tuve mi primera pesadilla de amebas. En ella, los bichos se deslizaban por las paredes y se me metían por la boca cuando me dormía.
No volví a jugar más nunca al telepón. Ni cogí amebas.
III
-Tienes amebas, me dijo a boca de jarro la doctora del Hospital Nacional a la que me llevaron en la ambulancia de la Lenin. Así que te vas 11 días de certificado médico.
Me quería morir. Imaginaba a mi mama dándome comidas sin azúcar ni nada rico. Yo ya sabía muy bien lo que era una ameba, así que me sentí culpable y castigado por mi pecado mortal: robar cubos de refresco del comedor de la beca.
Hablé con mi mamá y le dije que me dejara quedarme a dormir en casa de mi abuela, que nunca tenía tiempo casi ya de estar con ella. Recogí el mismo maletín de la beca y me fui haciendo una lista de todo lo que estar becado no me dejaba hacer y que iba a intentar hacer.
La lista:
- Ir con mi primo a la Peña de Poesía del Parque Maceo
- Oír rock con los peluos del Parque del Pescado
- Leerme un libro que me habían prestado con los “Cuentos de Amor” del Marques de Sade
- Ir a la Cinemateca de Cuba y ver un par de “clavos”
Hice eso y más. Pero nada como haber visto “Hiroshima Mon Amour” Salí del cine con una mezcla de sentimientos rarísimos. El mundo era de por si un poco enrarecido para alguien que estaba becado y salía de pase; pero aquella mujer me había perturbado con su nocturnidad sensual y las gotitas de agua de su piel eran para mi una verdadera provocación.
Emmanuelle Riva –miré el nombre nada más salir del cine- había vívido lejos de las amebas…
VI
Hoy en hace un día que parece de ciclón: gris. Esa calma que precede al tremendo chaparrón.
Me levanté y al coger un libro de fotografía digital que estoy leyéndome. Tiene tantos campos de aplicación que, en el camino al trabajo, dudaba cual me gustaría que fuera mi primera foto “seria”.
Me vino a la mente el telepón. Y Emmanuelle. Y un ciclón desde la altura de un avión caza-huracanes. Pero en realidad creo que no habría nada mejor que el enemigo invisible de tantos años: la Entamoeba Hystolitica…
3 comments:
Al fin un nuevo post, que ya nos tenías en total inanición!
Ay, la Ameba Hystolítica. Yo si la agarré en la primaria. No recuerdo cual fue la causa. Posiblemente tomar agua de la pilita del patio de la escuela, por la que salían algas y de vez en vez una pata o un ala de cucaracha.
A mi nunca me gustaba hacer caca en la escuela. Primero porque mi mamá me tenía prohibido sentarme, y cuando uno no es niña, no tiene entrenamiento en esas maromas (en especial si uno es torpe y zapatortopedicado). En segunda porque los niños abrían la puerta en el peor momento. En tercera porque las hojas rayadas del medio de la libreta son un triste substituto del papel higiénico: incluso si uno las estruja y las restriega con zaña siempre les queda algún vértice prismático puntiagudo que no se suaviza.
Así es que el día de la ameba yo estaba en el aula y cuando me entraron los deseos de hacer caca yo hice lo de siempre, aguantar a ver si se pasaban. Pero no. Tenía todo un volcán Vesubio en el estómago. Aguanté, aguanté, aguanté, pero finalmente no pude más y se inundó Pompeya de lava.
No sé si a mi maestra Enriqueta le dió sentimiento mi cara, o fué otro el sentido que la convenció, pero lo cierto es que llamó a mi mamá y ella me vino a buscar.
La doctora diagnosticó la ameba y a mi me dio tremenda curiosidad que ese bichito microscópico que parecía un huevo frito (según pude ver en un libro de microbiología de mi mamá) produjera aquel desastre.
El resto lo recuerdo con mucha felicidad. Me pasé en la casa una semana comiendo puré de malanga, durmiendo hasta tarde y leyendo en la cama todo el día las aventuras de Tornituerqui y el lapicito aquel con pelo al estilo Mirelle Mathieu de cuyo nombre no me acuerdo.
Secretamente más de una vez deseé que las amebas regresaran, para que mi maá me fuese a buscar a la escuela en pleno día y me llevara para la casa a comer puré de malanga.
De amebas no puedo hablar, nunca las conocí. Ni en Alexandra Kollantai en Guira que era mucho decir.
Y tampoco he visto Hiroshima Mon Amour. Que pena, bastante ignorante en cuanto a cine francés, no porque no me guste que bastante Chaplin que cogi en los Festivales de cine francés, sino porque aun así, no soy ducha en la materia. Una de las últimas películas que vi me dejo sin palabras. Le Silence de la Mer. No te la pierdas, presiento que te gustara. Excepcional, solo los franceses pudieron hacer algo así.
Y me encantan las gotas de agua en la piel. Te voy a mandar una foto de una exposición de desnudos en la Habana que me gusto mucho. Los desnudos son bellísimos si se hacen bien, y de casualidad puede salir algo bueno pero es algo difícil de dominar completamente. O quizás es que cuando lo he intentado no he tenido la cámara y las cosas que me hacen falta para eso. No he podido descubrir en la práctica como hacer que la piel se vea al detalle con poca iluminación. Pero de verdad, es una maravilla ver desnudos bien hechos, en Cuba vi muchas exposiciones buenas. ojala algún día pueda yo estudiar lo suficiente y dominar todas esas técnicas. Has visto fotos de Mapplethorpe? Ese detalle de la piel, era buenísimo. A mucha gente no le gusta porque les choca, era muy provocativo, pero apartando prejuicios tontos, los retratos que hacia eran inmejorables, las fotos de flores, todo.
Te devuelvo la visita ... escribo aquí porque me encantó este post ... las fotos son geniales ... no más que lo que cuentas ... ya estás en mis favoritos .... es bueno descubirse a través de un par de binoculares ......... la habana!!! ........... besosssssssssssss
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