I
Hubo algún tiempo en que mi credo de vida lo podía escribir con metáforas de una película: Blade Runner. Quería ser duro y aguantar palizas como Harrison, ser amado por y tener a mi lado una mujer sensible como el personaje de Sean Young, saber jugar ajedrez y tener la inteligencia –un saber frío e incuestionable- de Rutger Hauer… Y sólo un poquito más: mirar el paisaje desde el piso 37 de Tyrell...
De todo esto he logrado algo: odiar y amar a Tyrell.
Y por supuesto; una pupila asustada ante las oscuridades de la civilización en que vivo; primera aproximación o copia en bruto del paisaje con llamas de Noviembre del 2019 con que abre el film. Las palabras Global Warming y el NYSE del crudo del norte son más familiares a mis ojos que la tarde y el búho real cruzando
II
Mis días en Tyrell transcurren en medio de un edificio que controla la temperatura, el color y sobre todo el alma de la gente. Somos émulos de maquinas y lo sabemos. Tenemos un exoesqueleto de ropa que termina inevitablemente en una costosa corbata que a mi se me antoja de piel de fraggle.
Dios mió, somos muchos.
Llenamos la avenida con nuestros pasos apurados mientras arriba sobrevuela el maléfico dirigible donde se anuncia proféticamente la palabra hielo (ICE) –esta semana, además, un siniestro PacMan aporta los neones a la salida.
Sale el sol y aun no llueve, gracias.
Como muchos también, llego a mi ziggurat. Desde los allí se vive la ilusión de controlar el mundo, y todos parecen saberlo: la ilusión. Leemos las cotizaciones, la Neewsweek… Damos paseos aleatorios y allá abajo donde no vemos, en lo más oscuro, la gente pasa su tiempo vendiendo serpientes y falsos becerros de oro.
III
A veces incluso me toca entrevistar a posibles replicantes. Vienen con sus miedos de intentar entrar en el sistema. Mienten. Callan. Muestran su helada sonrisa de principiantes.
Dejan a la tortuga boca arriba y no pierden tiempo en decirme que quieren 30000, 40000, 50000… Its the Money, stupid. Me dan deseos a veces de ser Leo. Sonrió y pienso: becarios-replicantes.
V
En los días más horrendos, antes de dormir, pienso en el unicornio. En Sean con miedo mirando mis muebles.
Mastico lentamente, a veces con cuidado, comidas orientales con nombres llenos de “haches” y “ges”.
A veces el piano de algún ruso que murió hace mucho me acompaña. Mi compañero más frecuente no sabe nada de origamis. Friego, tengo miedos que no son los mios: miedos de hombre blanco…
VI
No he visto las naves ardiendo más allá de Orión, Batty. Ni los láser. Tú tampoco has dado la paliza debida a Omar, esa que tú deberías venir a darme. Me la he dado yo, ayer, mirando las 12 ó 10 fotos que quedan de mi pasado, que no es de implantes; sino de puro celuloide gastado y “pequeñas momentos que se perderán en el tiempo
Yes, time to die para el Sr. Ford que llevo dentro, ese sujeto dentro de mí al que pienso darle el “retirement”
Pero no es al replicante, es al Blade Runner.
No se puede vivir siendo un “replicante” del esquema de los ingenieros del ziggurat que te crearon e ir viviendo como blade runner. But them who does! –oigo a lo lejos.
Sin Sean, sin Hauer, sin Ford; sólo él y yo frente a frente. Pero con “all those moments”