La muela y el Tiempo
Hace ya bastantes años que empecé a leer blogs. Al principio del 2003 era un asiduo del Joel On Software, hoy día tan lejano al espíritu y la gracia de sus inicios. Luego tuve maravillosas tardes leyendo a Paul Graham y Steve Yegge, soberanos bloggers ambos. Todo muy anglosajón y para techies, lo reconozco.
Y en esas tardes, a cada rato echaba de menos muchas cosas de mi vida en Cuba. Sentía que envejecía, que no encontraba en ningún lugar nada con lo que pudiera comulgar en esa nostalgia sin odio que siempre llevo. Y un buen día me encontré haciendo un blog de muñequitos rusos en Conexión Cubana con un primer post dedicado a Fantito. Y me rondaban los tusa-kutusa...
No tenía la piel dura aun, y no me salvaba de él; lo reconozco: "no mordía, ni rasguñaba, ni coceaba". Así que un buen día lo dejé morir. Adiós Fantito, pensé.
Si, los blogs envejecen, mueren incluso. Se pudren como toda materia humana. Salve Akekure que hacía lo suyo y edificaba en otro lugar un recinto cálido para lo que no me atreví a salvar.
Y digo esto con no poca tristeza. No fue mi blog el único que vi arrancar. Muchos fueron los que luego poco a poco sucumbieron. Darwinismo puro. Dieron cuenta de unos los erosivos trolls, la desidia de comentarios y ataques personales; a veces tan crueles como certeros.
Bloguero: si empiezas en esto, comienza a criar una piel de rinoceronte lo antes posible. Te lo dice este armadillo que aun no llega a las enormes placas que Durero le regaló al animalito; pero aqui otra vez.
Lo confieso: también he visto con alegría quedar en el abandono alguno que otro con la única causa de que su autor(a) encontró mejores cosas que hacer. Por ellos levanto mi copa. Sea la posibilidad de ser silenciado por la inmensidad de ofertas de la Vida el mayor privilegio del que escribe.
Y por supuesto, estamos finalmente los que nos tomamos sabáticos cada vez que nos dejan. "Llámalo X", como dice Sabina; pero cruzar el Leteo no está en manos de nosotros los mortales memoriosos.
Pero el mundo sigue igual... Un año después, y todo igual. Sigo sin encontrar algo que leer que me lleve, pacíficamente, a las lejana rivera.
Así que cambiado el barco y la bandera, me decido surcar otra vez la acera de los inicios. Tengo necesidad de escribirme, a falta de alguién que trabaje la matería de mis nostalgias. Pero esta vez, oh tusa-kutusa; el amor y no la tristeza son los que guían mis palabras y me guardan de tus artimañas...