Wednesday, October 11, 2006

Memorias de la Vida Laboral (Parte II)

I
Una vez que logré dar el salto mental de que la Ingeniería Eléctrica había acabado para mí, todo empezó a verse más claro. Los “chavitos” que ganaba en la EMCE fueron ahorrados escrupulosamente, y logré tener los suficientes para poder comprar un pequeño PC 486-DX con que retomar mi perdida vocación de informático. Ahora faltaba el tiempo, los libros y la concentración

Tenía el dinero suficiente para vivir tres meses sin trabajar, que felicidad madre mía...



Pero tampoco quería holgazanear abiertamente. Punta Brava –donde vivía en ese entonces- era un lugar perfecto para dedicarse por completo a una cosa. Da igual cual. Es un lugar cerrado y lejano, que te libera de la tentación de darte un paseíto o cualquier otra cosa similar. Pero hay vecinos. Cientos. Miles de vecinos serviciales, curiosos e indiscretos. Así que cuando me compré el PC y lo traje a casa, me tocó recibir una interminable ronda de visitas casuales e inocentonas que sólo pretendían ver si me había traído Internet a casa. Tampoco me faltó gente con “y tu me puedes arreglar una que tengo allá en casa...” De más esta decir que era un PC de 1983 lo menos.

Así que metí el PC en el cuarto, aprendí a comer con pocas salidas al mercado y me hice del hábito de “salir a trabajar” cada mañana. En realidad estaba sin trabajo.

II
En aquellos días todavía estaba recién inaugurada en el Malecón la Agencia de Cooperación Española (AECI). Y que biblioteca tenía. Debo haberla recomendado lo menos a 100 personas.

Ahí estaban todos los libros de informática que necesitaba, ordenadores para practicar y sobre todo silencio… Me hice una rutina. De 10 AM a 2 PM estudiaría con los libros que no podía sacar. Luego a comer un pan con jamón inevitablemente en Obispo y por 50 centavos de dólar con su batido respectivo. Caminaría por la Habana Vieja lo mínimo hasta las 4:30 PM y en la tarde practicaría con los ordenadores hasta las 6:30 PM. Luego una guaguita del MINCIN hasta el Hospital Frank País. Todo esto lo repetía tres meses, día a día. Al llegar a casa dormía unas 2 horas y me levantaba hasta las 2 AM lo mínimo a programar con mi triste 486, que para compilar en Java y Visual Basic 6 se demoraba hasta acabar mi paciencia.

Era un PC magnifico, resistió de todo.

Así reaprendí nuevamente a programar. Diseño gráfico lo básico al menos –Photoshop, Flash y mucha teoría de diseño de interfaces. No perdía ni un minuto. En la guagua a casa leía los libros que me prestaban en la AECI: JavaScript, Java, El Uso del Scanner en el Diseño Gráfico, HTML, CSS… Los libros de O´Reilly se acumulaban en la cabecera de mi cama.

Nunca olvidaré un lanzamiento de “La Isla Infinita” que hicieron y en la que llegué a sentir que quizás no debía volver a tener un horario de trabajo rígido nunca más. Fue una decisión desde ese día.

También recuerdo el 4 de agosto del 2000, en Punta Brava oyendo el Concierto No 2 de Rachmaninov y feliz de haber podido instalar en mi cacharrito (que llamaba cariñosamente Shibka, como en Ulises 31) el DreamWeaver 2 y el Photoshop 5. Empezaba con el tema de hacer websites. Otra decisión: donde trabajará tenía que poder oír música. Sobre todo a Mark Knopfler, que en aquella época me acompañaba su CD a todas partes.



Tuve suerte. Alguien me presentó en el Capitolio a un español que quería hacer un sitio de su carnicería en Bilbao. Y pagaba 500 dólares. Me hice con el trabajo.

Estuve cerca de perder los párpados. No dormía y la cosa no salía bien. El día final llegaba. Recordé a los soldadores de la EMCE. Me dedique a estudiar aún más y pasaba menos tiempo en “tirar para alante”. Al final lo terminé y funcionó. El viejo consejo de los soldadores que trabajaban en la EMCE (más vale cortar una vez y medir mil veces que cortar mil veces por medir una vez) había salvado la cosa. Empecé a ganar confianza en mi mismo y otro punto a mi lista: donde estuviera, tenía que ganar dólares.



Decidí que era tiempo de volver a trabajar. Y mejorar mi PC. Le dije adiós a la AECI, la Habana Vieja y sus panes con jamón; y también al paseo por el Malecón para buscar la guagua del MINCIN. A todos ellos: gracias.

III
Le di el currículo a un amigo de la carrera que trabajaba en la EPROB. Fui a la entrevista –el salario era una mierda, pero no importaba; necesita una red y muchos PCs poder seguir avanzando- y empecé al otro día.

La EPROB era genial. Tenía guaguas, se trabajaba jornada intensiva, pues no tenían comedor y el AUTOCAD 14 lo sabía trabajar a la perfección. Me quedaba tiempo. La gente me gustaba. El patio de la EPROB era un oasis de tranquilidad para leer, darle vueltas en la cabeza a lo que me ocupaba (me recuerdo haciendo esquemas de bases de datos con los palitos de las ramas de los árboles) Me la pasé muy bien.

Recuerdo lo bien que lo pasé el día de la inauguración de la olimpiada de Sydney 2000. Estábamos en la Heladería Alondra del Boulevard –entonces nueva y brillante- comiendo esos sabrosos helados.



En el desfile que ponían en la TV, no olvidaré nunca que las dos Coreas desfilaban juntas con una rara bandera híbrida. Brindamos con la “Copa Sydney 2000”, al increíble precio de 1.95 dólares, por lo de siempre: salud, dinero y amor. En secreto, brindé por un buen servidor de dominio con que estudiar Windows NT 4.0

Aunque la red de ordenadores era una mierda, pero pude probar de todo: DNS, servidores web, bases de datos. Fueron 3 meses más de testing. Me sentí apto para el paso final. O casi. Era diciembre del 2000.

IV
Me entrevistó Frank Campos, antiguo director de un SOFTCAL (EPD) que era pura ruinas. Pero tendría Internet, trabajo en proyectos de portales de comercio electrónico y unas ganas de hacer cosas me inundaron. Frank: GRACIAS POR CONFIAR EN MI.





Trabajé como nunca. Coleccionaba los impresos que iba leyendo en el viaje de vuelta a casa y así fui llenando las lagunas que no estudiar la carrera me habían podido dejar. Era como una energía inagotable. Oía música, tenía horario libre, aprendía y aprendía…

Cada día usaba menos a Shibka, ahora superada por los PCs de SOFTCAL; pero de vez en cuando al llegar a casa le dedicaba unos minutos al viejo Photoshop. No podía perder la forma.

De verdad, me encantaba SOFTCAL. La gente me llegó a odiar de tanta exigencia que me imponía y transmitía a todo lo que merodeaba. Quería ser bueno. Sabía que había que ganar más, que barquear más –me lo repetían a mí alrededor día a día- pero no me importaba. Cada día entendía más y poco a poco llegaba a entusiasmarme lo que hacía.



En Julio del 2001 presentaba en METANICA y luego en el stand del GTI un portal de comercio electrónico que cambiaría el curso de mi vida para siempre. Era muy feliz.



Esa tarde, a Shibka la apagué para siempre. Gracias a ti también, mi cacharrito.

4 comments:

Anonymous said...

Contra Omar, la isla es cucurucho y siempre hemos estado casi coincidiendo, me resulta tan simpatico saber que muchos convergimos en los mismos lugares en tiempos diferentes. Un saludo y sigue con tus muelas, que cuando no las pones te extrañamos.

Anonymous said...

antes de tomarme el Martini de Rigor, pondré a Mark y que cante:

The drinking dens are spilling out
There's staggering in the square
There's lads and lasses falling about
And a crackling in the air

Lara (insomne)

wcloister said...

Ayyyy tener una computadora en la casa. Mi sueño en Cuba. Ahora la tengo como todo buen primermundista alienado, y ya no lo noto, pero cuando aquello como la anhelaba.

Yo me enamoré de las programación a los 10 años cuando vi la primera computadora de mi vida. Era una Apple, pero de las viejas, fea y cacharrosa, no estilizada y futurista como las de ahora. La ten'ia mi tía, en un cuartico que estaba en el sótano de la facultad de Psicología.

Un día mi tía nos invitó a mis padres y a mí a ver la computadora. Nunca he podido olvidar la impresión de aquel día. Aquel cuartico sin ventanas, con su luz blanca, frío y lleno de pedazos de computadoras, formas contínuas y cables por todas partes se me antojó algo así como una habitación de la nave Madre de Alien.

Mi tía nos mostró algunas cosas en la computadora. Eran los 80 así es que todo era bien primitivo. Nos mostró un programita que dibujaba con lineas en el fondo negro del monitor una habitación con un televisor en el cual aparecía un muñequito de palitos que bailaba. Facsinante!

Luego nos mostró una implementación del algoritmo de conversación Elisa y ella y mis padres estuvieron largo rato tratando de confundir a la pobre Elisa y averiguando de que color eran sus ojos o si le gustaban los Beatles. Aunque yo no entendía el inglés, la idea de una máquina conversando me parecía espectacular.

Desde ese día dejé detrás las ideas de ser campesino, maestro o cosmonauta u decidí que lo que quería era ser era programador. Mi tía me consiguió un manual de Logo y entre ella y mi papá me enseñaron a programar, pero en papenl. Pasaba horas acostado en el piso escribiendo subrutinas y soñando con sprites y tortugas.

Eso era amor platónico. Ah, que pureza la de la infancia. No hacían falta periféricos ni monitores Cinema (-800f). Cada vez que visito la tienda super chic de Apple recuerdo lo feliz que fuí aquella noche y recuerdo que allí comenzó todo.

Otro día cuento más.

Anonymous said...

Vaya mira tu por donde empezaste tu amor a las computadoras Wcloister, creo que dejare de burlarme cuando alguien me diga que tiene una Mac....

Saludos